Marta Gómez Esteban
Entrevista a Ghislaine Lanctôt
La polémica autora del libro La mafia médica prepara el lanzamiento en España de su segundo libro ¿Qué he venido a hacer en esta tierra? (What the Hell Am I Doing Here Anyway?), que estará a la venta a finales del mes de abril. Ambos libros han sido publicados por ediciones Vesica Piscis. Desde que Ghislaine publicó su primera obra en la que pone en tela de juicio el funcionamiento del sistema médico "por ocuparse de la enfermedad, más que de la salud", muchas conciencias han quedado inquietas. Para avivar estos temas la autora, que transmite paz y seguridad, nos ha concedido un poco de su tiempo para compartir con los lectores de Natural su filosofía de vida.
Ghislaine Saint-Pierre Lanctôt nació en 1941, su padre y su abuelo eran farmacéuticos y ella empezó la carrera de Medicina para complacerles. «Yo quería ser filósofa. Pero creía que lo de pensar no iba a aportarle nada a la gente. Pensé, voy a hacer algo útil, que beneficie a la población, y como me crié en este ambiente decidí hacer la carrera de Medicina. Al final he dejado todo eso y lo que hago ahora es lo que quería hacer desde el principio».
Guislaine está divorciada y tiene cuatro hijos. «Lo que a mí me abrió los ojos - continúa la escritora - fue mi divorcio. Es lo que me despertó. Cuando los niños estaban en casa con su padre tenía tiempo para mí, no sabía lo que era eso, me había olvidado de mí misma. Yo trabajaba pero me ocupaba mucho de la familia, para mí era la prioridad. Entonces como un fin de semana de cada dos no tenía a los niños, estaba obligada a ocuparme de mí misma y es así como empecé a evolucionar, a conocer gente y a descubrir cosas, a salir de la prisión de la familia. Después de esto, viví seis años en Estados Unidos.
Yo nací en Montreal (Canadá), pero entre 1984 y 1990 estuve en Estados Unidos. Esta experiencia me abrió los ojos sobre lo que es el negocio de la medicina porque es así como lo llaman allí, aquí en Europa y en Canadá hacen creer que es como trabajar por el bien del enfermo, que es un tema social. A la vuelta de Estados Unidos escribí La mafia médica cuya primera edición se publicó en 1994».
El colegio de médicos le hizo una demanda, el proceso duró un año y desde entonces la escritora imparte seminarios para que la gente entienda y tome conciencia de que es el estado del alma lo que determina la salud mental. «Cómo mejorar el estado de mi alma para mejorar el estado de mi cuerpo», dice Ghislaine.
Pregunta: Su visión actual de la salud es completamente distinta a cuando era médico ¿En qué momento y por qué dio usted un giro radical a su carrera?
Respuesta: A lo largo de los años empecé a ver cosas que no me parecían sensatas, que no tenían lógica, como por ejemplo seguir dando medicamentos aunque no funcionaran, aunque no se curara la persona. Yo no entendía, por ejemplo, como en un cáncer se aplicaba la quimioterapia si lo que hace es enfermar aún más a la persona que acaba por morirse de todos modos.
Cuando aparecieron las medicinas suaves pensé que eso era interesante, y yo he ido a encontrarme con personas que practicaban la medicina alternativa y entonces me di cuenta de que lo que hacían ellos era muy interesante, incluso mejor que lo que hacíamos nosotros en la medicina convencional. Esas personas me acogieron, me mostraron lo que hacían, cómo actuaban. Y yo pensé: ¿por qué no nos han enseñado esto a los demás médicos? ¿Cómo puede ser que no lo enseñen en la facultad y que además a estas personas las tachen de charlatanes y de estafadores?
Yo me encontré con ellos y vi que eso no era cierto, no eran charlatanes. Así fue como me empecé a plantear cosas. Cuando acabé la carrera de Medicina yo estaba convencida de que hacia el año 2000 ya no habría más enfermedad en el mundo, tenía una confianza ciega en la medicina que me habían enseñado. Sin embargo, yo veía que el tiempo pasaba y que la salud de las personas iba empeorando.
Me percaté también de que medicamentos que no funcionan se siguen recetando, y que se practicaba una guerra en contra de las medicinas alternativas. Además yo era flebóloga y había abierto centros de flebología en distintos lugares del país, lo que me llevó a experimentar de cerca el negocio de la medicina tradicional. Y ahí sí que entendí muchas cosas.
P: ¿Qué papel juegan para usted las medicinas alternativas?
R: Las medicinas alternativas producen un bienestar más interesante que el que proporciona la medicina convencional. La medicina convencional corta, quema y envenena. Corta con las operaciones, envenena con la quimio y envenena con los rayos. Las medicinas suaves pueden poner orden de forma temporal en el cuerpo, pero como el problema está en el alma, antes o después habrá que afrontar el problema del alma.
Es el alma quien enferma a los demás cuerpos. Por ejemplo: mi trabajo ya no me conviene, tengo náuseas por la mañana cuando pienso que tengo que ir a trabajar, entonces empieza a dolerme la espalda, las rodillas, la tripa. Puedo ir a ver a alguien que practique la medicina suave, va a ayudar a mi cuerpo, puedo tener tratamientos de técnicas energéticas que ayuden a mi cuerpo emocional y mental; pero hasta que no solucione lo que pasa con mi trabajo voy a seguir enfermando porque mi alma me dice «sal de aquí».
Es interesante porque el alma entrega un mensaje cada vez más fuerte y cuando no entiendes te lanza un ladrillo a la cabeza: un accidente de coche, un divorcio, alguien que muere en la familia, una enfermedad, perder el trabajo "Algo fuerte para que tú reacciones".
P: ¿Puede ser que a unos les sorprenda un accidente y a otros les anuncien que tienen metástasis?
R: Sí, pero la metástasis no existe, son cánceres secundarios, cánceres que se desarrollan después del primario. Pero no existe esta idea de metástasis, es otra mentira de la medicina convencional.
P: Desde su punto de vista como «médica del alma» ¿cree que hay alguna solución a este tipo de enfermedades?
R: Nunca es demasiado tarde, la sanación puede ocurrir en cualquier momento. El problema es que cuanto más acuda al médico, más miedo voy a tener y más voy a enfermar. Es un círculo vicioso. Por eso yo digo «deja de ir al médico».
P: ¿A usted le va bien esta filosofía de vida?
R: A mucha gente le funciona, no sólo a mí. No es el médico el que puede sanarme, él hace que yo enferme más y acabo muriéndome.
P: Cada vez hay más casos de cáncer cuyos enfermos reciben quimioterapia. ¿No cree que en algunos casos la quimioterapia cura?
R: La quimioterapia es veneno. Normalmente no hace bien a nadie. Hay que saber que hay siempre un conflicto, cualquier enfermedad es psicosomática. Siempre hay un conflicto a raíz de una enfermedad, pero si yo identifico el conflicto y lo soluciono, la enfermedad se va. Es así que yo entendí que la medicina estaba totalmente controlada por el dinero.
Entonces, lo que nosotros hacíamos como médicos era enfermar más a las personas para así generar ganancias para la industria. Entonces, ¿qué es la salud? En la facultad sólo me enseñaron lo que es la enfermedad. Entonces, ¿qué es gozar de buena salud? Yo llegué a la conclusión de que el cuerpo sólo manifiesta el estado del alma. Y cuando mi cuerpo está enfermo es porque mi alma está enferma. Entonces el cuerpo por sí solo no enferma, es como un espejo que refleja lo que pasa dentro. Para ver mi alma, miro mi cuerpo y veo lo que hay en mi alma. Entonces no sirve de nada tratar sólo el cuerpo. Hay que mirar el alma, ¿qué es lo que no funciona en el alma, cuál es la enfermedad del alma? Es la guerra.
Porque mi alma me dice internamente que haga algo y mi ego me dice que haga lo contrario. Entonces hay una guerra interna. La enfermedad es siempre la manifestación de un conflicto dentro de mí. Hay dos aspectos: el cuerpo y el alma. ¿Qué quiere el alma? El alma quiere la emancipación del ser y el cuerpo quiere la seguridad del haber, del tener. Cada uno tira por un lado, el estrés significa la guerra interior. Cuando trato el alma, todo el cuerpo se alinea sobre este equilibrio. No quiero decir que no haya que cuidar el cuerpo físico, sino hacer las cosas en el orden correcto. Primero el alma, después el cuerpo mental, después el cuerpo emocional y después el cuerpo físico. Y lo solemos hacer al revés. La medicina convencional se encarga del cuerpo físico, y no trata el resto.
P: ¿No cree que la propia sociedad demanda que el médico se ocupe del cuerpo físico y le dé una medicina para el dolor?
R: Absolutamente. La sociedad misma, nosotros somos los que creamos esta mafia a nuestra imagen y semejanza. El problema es que damos prioridad al «tener» sobre el «ser», ése es el desorden, priorizar el cuerpo en vez del alma. Para volver al orden hay que dar prioridad al alma en lugar de otorgársela al cuerpo, eso genera orden, paz y salud. Eso, en definitiva, es la salud.
P: Eso es mucho más complicado que tomarse una pastilla.
R: Cierto, pero ¿qué hace una pastilla? Te da la ilusión de que estarás mejor, pero con el tiempo reaparecen los síntomas.
P: En el caso del paludismo, por ejemplo, alguien sano se enferma por beber agua contaminada, ¿también en este caso insiste en su teoría?
Eso es válido para todo. No hay ningún microbio exterior que pueda enfermar, soy yo la creadora de mis enfermedades. Y ésta es la verdadera enfermedad del alma, el no saber que soy yo quien la está creando. Como yo pienso que no soy responsable, me imagino creadores exteriores: microbios, tumores, etc. Por ejemplo un simple catarro: hace frío, me cojo un catarro. Y por lo tanto puedes tener un catarro en verano, es un sinsentido, no tiene nada que ver con el frío. Con esta estructura de pensamiento voy generando la guerra hacia los factores exteriores. Y por eso se crearon las vacunas.
¿Qué son las vacunas? Dar la enfermedad de forma más debilitada para que el cuerpo reaccione. Es decir, no tengo la enfermedad pero si algún día la contraigo, sería menos grave porque ya me he puesto la vacuna. Te voy a dar otro ejemplo, tengo miedo de que mi hija sea violada. Entonces le voy a dar un violador debilitado, entonces si un día la violan será menos grave porque habrá tenido un pequeño violador y entonces estará preparada. La vacuna funciona igual. Es algo de locos. Vivir en el desorden lleva a este tipo de locuras.
Por ejemplo, la gripe aviar. ¡Es extraordinario! Cerca de donde vivo había una experta muy seria que vino de parte de las autoridades médicas y nos ha dado cifras: en el plazo de nueve años se murieron cerca de 152 personas de gripe aviar en el mundo, solo en Canadá mueren cada año 10.000 personas por errores médicos, no de enfermedad sino de equivocaciones. ¡Yo creo que más bien habría que vacunar a los médicos! (risas). No hay epidemia, no hay nada.
Entonces se ha creado una pandemia a escala mundial, en la cual se han gastado millones de dólares para tratarla pero no hay nada. Esto está en preparación desde hace muchos años. Llevamos de cinco a siete años oyendo hablar de una pandemia. ¿Cómo se puede anunciar que va a haber una pandemia? Una epidemia surge, ocurre, pero no la puedo prever, es un montaje.
P: Pero la gente tiene miedo.
R: Sí, es una forma de manipulación mental para llevarles a pensar que va a ocurrir una epidemia. Y un día cuando ocurra las autoridades dirán que ya lo habían previsto. Es algo que está preparado desde hace mucho tiempo, hay un proceso escondido detrás de esto. Yo no sé exactamente lo que es, puede ser por ejemplo ponerle a todo el mundo un chip electrónico porque cuando hay una campaña de vacuna se puede poner cualquier cosa en la jeringuilla. Así que es posible que haya una estrategia que consista en decir que hay una epidemia y que hay que vacunar a todo el mundo y entonces pondrían el microchip. Yo estoy segura de que hay algo detrás, un propósito escondido en decir que hay una epidemia y que hay que tener cuidado. Es una hipótesis. De todos modos sea para lo que sea el propósito es el control sobre la población.
P: ¿Tiene todo esto algo que ver con la trilogía de la mentira de que habla en su libro La mafia médica?
R: Absolutamente. Hablo mucho de las vacunas en el libro y lo que yo digo a este respecto en el libro es lo que desencadenó la ira del colegio médico. Porque las vacunas no se tocan, son sagradas, puedes hablar de cualquier cosa, la industria, los medicamentos, pero cuidado con las vacunas. Porque las vacunas otorgan importantes ganancias a la industria, pero a las personas les puedes transmitir cualquier cosa. La vacuna es un medio para producir genocidios con un blanco específico.
Cuando se quiere distribuir a un pueblo o a una raza, la administran, mira lo que está ocurriendo en África. Ellos lo llaman sida, pero ¿qué significa sida? «Síndrome de Inmunodeficiencia Adquirida». Entonces es el propio sistema inmunitario que se ha debilitado, de modo que cualquier afección es mucho más grave.
P: ¿Quién está detrás de toda esta estrategia?
R: Los que mandan. Hay un gobierno mundial que tiene todos sus ministerios, para la salud es la OMS, pero también están la UNESCO, UNICEF, FAO, FMI, Banco Mundial, etc. Todos los países miembros de la ONU obedecen las órdenes del gobierno mundial.
P: ¿Ve solución para esta situación?
R: Sí (risas) sino mal vamos. La solución que yo propongo en el libro es la soberanía individual. Es tomar conciencia como persona individual de que soy yo la que tiene el verdadero poder. Por ejemplo, los McDonalds, cuando la gente deja de ir a estos restaurantes la empresa se debilita, son las multinacionales, que son todopoderosas. Si yo dejo de comprar y de dar dinero a las multinacionales ya no valen nada, no ganan dinero. Si los enfermos dejan de ir al médico, se derrumba el sistema médico, si dejo de pagar impuestos no hay gobierno.
Entonces ¿dónde está el verdadero poder?, en la persona y la palabra SOBERANÍA, significa el poder último, el más alto, que siempre hemos pensado que estaba fuera y está dentro de nosotros.
Si pensamos en el poder más elevado, pensamos en Dios. Y ¿qué es Dios? Es el espíritu que crea todo el universo y esto está dentro, no fuera. La solución viene cuando yo tomo conciencia de quién soy verdaderamente y que voy a comportarme tal y como yo soy, encontraremos la salud perfecta y la inmortalidad, que es más interesante que morir ¿no?
P: ¿Cuál es el primer paso que debemos dar?
R: Primero empieza por tomar una decisión, que consiste en dar rienda suelta a mi alma, es mi alma quien manda y no el ego, entonces dejo de pelearme, significa escuchar lo que me dice mi alma. Por ejemplo, mi alma me dice: «deja este trabajo, ya no resuena contigo, deja de hacer eso»; pero el ego me va a decir: «No, ¿estás loca o qué?, tienes que pagar el alquiler, sostener la familia, ser buena madre o buen padre...». Esa es la guerra, entonces dejo de pelear y escucho a mi alma. Y el ego empieza a agitarse y a ponerse inquieto ¿qué va a pasarme? Quiere controlar, es su función. ¿Qué va a ser de mí? Pues no lo sé, soy yo la que va creando qué va a pasarme. ¿Me voy a pelear conmigo misma? No, voy a hacer las paces.
Algo que se puede hacer varias veces al día y que mejora automáticamente cada vez la salud es decir la verdad. Mentimos todo el tiempo, pero incluso sin darnos cuenta, estamos tan acostumbrados a hacerlo, tenemos mentiras gordas y otras que se llaman «medias verdades», pero la mitad que falta es una mentira. Y hay otra categoría de mentiras que son por omisión. Y esto se llama un secreto. A veces mi hijo viene a verme y me dice: «Mamá, tengo que decirte algo, pero no se lo digas a nadie». Si es un secreto y tú no puedes guardarlo, no me pidas a mí que lo guarde. Si para ti es un secreto y me lo transmites a mí porque pesa mucho sobre tus hombros, yo tampoco lo voy a guardar.
Son cosas del día a día. Si me quedo en la mentira y siempre estoy mintiendo, poco a poco voy destruyendo mi salud. Miento porque tengo miedo, es el ego el que miente, el alma nunca miente, dice que diga la verdad. Cosas así pequeñas hacen que vaya mejorando mi salud en vez de empeorarla.
¿Qué es la fiesta del día del padre o del día de la madre? Son fiestas comerciales que me están obligando a celebrar la fiesta y comprarle algo. ¿Qué estoy celebrando con esto? Celebro que mi madre se ha sacrificado toda su vida por sus hijos, que ha luchado toda su vida para mantener su papel de madre o celebro que mi padre toda su vida ha trabajado para conseguir que su familia viva bien.
En definitiva, celebro que mi madre y mi padre han hecho todo lo posible para seguir juntos y mantener a la familia unida. Celebro la enfermedad y la muerte, hay que pensar en eso. ¿Qué es el padre y la madre? La muerte. Cuando esas personas se han quedado juntos aunque no tengan nada que ver unos con otros, ya se ha acabado la cosa, pero se han quedado juntos para que la familia se mantenga unida, en vez de escuchar a su alma. Y yo voy y digo, «gracias».
Otro ejemplo cercano sería celebrar el día del padre o de la madre. Y podría explicar a mis padres que no voy a celebrar ese día, que tengo gratitud y reconocimiento por todo lo que han hecho por mí, pero que no voy a celebrar un rol, un papel que destruye el alma, hace que envejezcamos y muramos. Y entonces, ¿qué dirá mamá?
Lo que me impide tomar esta decisión es el miedo a que mamá o papá no me quieran porque sigo esperando el amor exterior. En vez de darme cuenta de que el amor está dentro de mí, soy yo quien puedo amarme a mí misma. Si voy buscando el amor exterior, sufro. Si yo vivo con amor por mí enfocado hacia mi interior, no por miedo de lo que la gente pueda pensar de mí, mi salud mejora. Entonces vamos a ser seres inmortales, eso no significa que nos vamos a quedar por siempre vivos aquí, sino que puedo encarnarme y desencarnarme a voluntad. Puedo materializarme y desmaterializarme, depende de mí.
Es una cuestión de la evolución de la conciencia humana y cuando haya suficiente número de personas que sean conscientes de esto, vamos a alcanzar la masa crítica. Hay personas que darán el salto y otras que no. Eso ya se puede ver, son más o menos 100.000 personas sólo en el planeta. Por ejemplo, toco aquí y siento un bulto en el pecho. Tengo dos posibilidades o me quedo aquí quieta y no hago nada o me voy corriendo al médico.
Si voy al médico me va a decir que tengo un cáncer. En la mente está escrito «Cáncer igual a muerte». Entonces si yo he sentido miedo y he ido al médico, el doctor me ha asustado aún más y me recomienda quimioterapia. A mí eso no me agrada porque la gente que conozco que se la ha hecho se pone verde, siente náuseas, no tiene pelo y tienen un estado muy debilitado y triste. Entonces cada vez tengo más miedo, cada vez estoy más enfermo y cada vez me acerco más a la muerte.
Eso ocurre si tomo la opción del médico. En el otro caso mi cuerpo me muestra que hay un conflicto interno, el bulto en este pecho es un regalo que me hago a mí misma, no quiero quitármelo, es mi espejo el que me está indicando algo. Le voy a decir al bulto: ¿qué tienes que decirme?, háblame. Gracias por manifestarte. Te escucho, háblame de mi conflicto. Entonces yo digo a mi alma: te dejo libre. Voy a vivir y sentir el miedo a morir. De esta forma yo puedo sanar definitivamente, no una remisión temporal, una verdadera sanación.
Por ejemplo, ¿qué es un divorcio? Una ruptura. Algo me dice: «no, no te tienes que divorciar, quédate junto a esa persona» y algo me dice: "no, ya se acabó". Actualmente hay más divorcios porque la conciencia se eleva y la gente hace más caso a sus sentimientos. El divorcio y dejar un trabajo no son buenas opciones para la seguridad del haber. Hay cada vez más personas que dejan carreras brillantes porque ya no le encuentran sentido a lo que hacen. Es normal porque la conciencia se eleva.
Si no hago caso a mi alma y sigo en ese trabajo me enfermo y cuando voy al médico me manda antidepresivos. ¿Y qué son los antidepresivos? Son drogas que hacen que yo ya no sienta nada. «Mi trabajo bien, seguiré con él». Con ayuda de estas pastillas soy efectivo y puedo seguir pagando la hipoteca.
Algo que causa mucho estrés es el endeudamiento de las familias. Una manera de sanarse es salir de este sistema de endeudamiento porque supone esclavitud. Es la «simplicidad voluntaria» es un movimiento social de gente que lo adopta deliberadamente. Yo no lo recomiendo como movimiento social, pero sí como medida temporal para salir de esta trampa.
De forma que las necesidades materiales dejan de ser la prioridad en mi vida y más bien es el alma lo prioritario. La «simplicidad voluntaria» consiste en reducir las necesidades materiales.
Por ejemplo si tengo una casa grande con una hipoteca muy elevada, un cochazo a juego con la casa, hijos que visten de marca, van a una escuela privada, etc. Todo eso cuesta dinero y tengo que seguir trabajando, pero ya no me gusta mi trabajo y ahí estoy preso y eso es un estrés tremendo. La persona piensa que no tiene salida: si dejo mi trabajo ya no seré capaz de ofrecer caprichos a mis hijos, perderé a mis amigos pijos, mi prestigio, mi mujer, reputación.
No se puede imaginar la vida sin nada de eso, pero es posible. Vendo la casa, vendo el coche, vamos a una casa más pequeña, los niños dejan de ir al colegio privado y se les manda a uno publico y así tengo tiempo para mi alma. Eso es realmente la salud, esas cosas de la vida cotidiana son las que hacen que mi salud esté mejor o peor.
P: Usted demostró ser muy valiente cuando escribió el libro La mafia médica que le costó la expulsión del colegio de médicos, supongo que vivió un conflicto importante. ¿Cómo se decidió a dar el paso?
R: Yo sabía que publicando este libro se acababa para mí la carrera de medicina. Yo me acuerdo de ese momento y me dije: «Si no escribo este libro, me muero». Quizás no hubiera muerto rápidamente, pero sí a nivel del alma. No fue tan difícil, más difícil fue dejar mi papel de «buena madre».
P: ¿A qué se refiere?
R: Mis niños ya no lo son, ya no soy madre. Tuve que dejar de preocuparme por mis hijos. Un pasaje importante fue que mi casa ya no era más su casa. Yo tengo dos hijas y cada una de ellas había dejado en mi casa dos tazas para el desayuno. Hace más de un año llegó una amiga y me ofreció dos tazones, no tenía sitio para ponerlas todas y decidí quitar las tazas de mis hijas. ¡Eso fue tremendo!
Era como un enlace, un símbolo del vínculo con mis hijas y se trataba de cortar ese tipo de lazos. Entonces una dijo que vale y la otra dijo que ni hablar y volvió a colocar la taza en su sitio. Yo le dije: «pues tú haz lo que quieras, pero yo ya he hecho lo que tenía que hacer».
P: El desapego, entonces, ¿tiene que ver con conseguir una buena salud?
R: Sí, desapegarse de los papeles de madre, de hija, etc. Cuando estoy apegada a algo es que tengo miedo de perderlo y si tengo muchos apegos no puedo avanzar.
Con mi libro La mafia médica todo se fue, el título de médica, la profesión, pero para mí era muy fácil. Cada uno tenemos cargas y apegos distintos. También hay gente que tiene apegos a los apellidos y tiene hijos para perpetuar el apellido de la familia.
Recientemente, Ghislaine Lanctôt, la polémica autora del best seller mundial “La Mafia Médica”, afirmó en una entrevista: “El sistema sanitario es una verdadera mafia que crea enfermedades y mata por poder y dinero”. En su libro denuncia el actual sistema sanitario y la corrupción que hay tras el mismo, permitida y amparada por médicos y gobiernos en beneficio de las grandes empresas farmacéuticas y en detrimento de los ciudadanos. De ahí que propugne la vuelta a la soberanía individual sobre la salud como forma de acabar con esa mafia.
Ghislaine Lanctôt ha ejercido la Medicina durante 27 años. Ahora no ejerce... aunque quisiera. Hace ocho años le retiraron la licencia de médica por publicar “La Mafia Médica” (Ed. Vesica Piscis). Este libro contiene una descripción exhaustiva del "sistema de enfermedad" -y no sanitario- que actualmente existe.
Medicina significa negocio
La autora de “La Mafia Médica” acabó sus estudios en 1967, una época en la que -como ella misma confiesa- estaba convencida de que la Medicina era extraordinaria y de que antes del final del siglo XX se tendría lo necesario para curar cualquier enfermedad. Sólo que esa primera ilusión fue apagándose hasta extinguirse.
Comenzó a observar que no todas las personas respondían a los maravillosos tratamientos de la medicina oficial. Además en aquella época entró en contacto con varios "terapeutas alternativos" que no tuvieron problemas en dejarla ver lo que hacían. Y llegó pronto a la conclusión de que las medicinas no agresivas son más eficaces, más baratas y tienen menos efectos secundarios. En la Facultad nadie le había hablado de esas terapias alternativas no agresivas.
Luego empezó a cuestionarse cómo era posible que se tratara de charlatanes a personas a las que ella misma había visto curar y por qué se las perseguía como si fueran brujos o delincuentes. Por otra parte, como médica había participado en muchos congresos internacionales -en algunos como disertante- y supo que todas las presentaciones y ponencias que aparecen en tales congresos están controladas y requieren obligatoriamente ser primero aceptadas por el "comité científico" organizador, designado generalmente por quien financia el evento: la industria farmacéutica. ¡Si hoy son las multinacionales las que deciden hasta qué se enseña a los futuros médicos en las facultades y qué se publica y expone en los congresos de medicina! El control es absoluto.
Darse cuenta del control y de la manipulación a la que están sometidos los médicos -y los futuros médicos, le hizo entender claramente que la Medicina es, ante todo, un negocio. La Medicina está hoy controlada por las obras sociales públicas o privadas. En cuanto alguien tiene una obra social pierde el control sobre el tipo de medicina al que accede. Ya no puede elegir. Es más, las empresas determinan el precio de cada tratamiento y las terapias que se van a practicar. Por eso, si miramos detrás de las empresas de medicina privada o de la seguridad social... encontramos lo mismo: El poder económico.
Es el dinero quien controla totalmente la Medicina. Y lo único que de verdad interesa a quienes manejan este negocio es ganar dinero. Y esto se logra haciendo que la gente esté enferma... porque las personas sanas no generan ingresos. La estrategia consiste, en tener enfermos crónicos que tengan que consumir todo tipo de productos paliativos, es decir, para tratar sólo síntomas; medicamentos para aliviar el dolor, bajar la fiebre, disminuir la inflamación... pero nunca fármacos que puedan resolver una dolencia. Eso no es rentable. La medicina actual está concebida para que la gente permanezca enferma el mayor tiempo posible y compre medicamentos; si es posible, toda la vida.
Un sistema de enfermedad
El llamado sistema sanitario es en realidad un sistema de enfermedad. Una medicina que sólo reconoce la existencia del cuerpo físico y no tiene en cuenta ni el espíritu, ni la mente, ni las emociones. Y que además trata sólo el síntoma y no la causa del problema. Se trata de un sistema que mantiene al paciente en la ignorancia y la dependencia, y al que se estimula para que consuma fármacos de todo tipo.
El médico es -muchas veces de forma inconsciente- la correa de transmisión de la gran industria. Durante los 5 a 10 años que pasa en la Facultad de Medicina el sistema se encarga de inculcarle unos determinados conocimientos y de cerrarle los ojos a otras posibilidades. Posteriormente, en los hospitales y congresos médicos, se les refuerza en la idea de que la función del médico es curar y salvar vidas, de que la enfermedad y la muerte son fracasos que debe evitar a toda costa y de que la enseñanza recibida es la única válida. Además se les enseña que el médico no debe implicarse emocionalmente y que es un "dios" de la salud.
La medicina científica está enormemente limitada porque se basa en la física materialista de Newton: tal efecto obedece a tal causa. Y, por ende, tal síntoma precede a tal enfermedad y requiere tal tratamiento. Se trata de una medicina que además sólo reconoce lo que se ve, se toca o se mide y niega toda conexión entre las emociones, el pensamiento, la conciencia y el estado de salud psíquica. Y cuando se la importuna con algún problema de ese tipo le cuelga la etiqueta de "enfermedad psicosomática" al paciente y lo envía a su casa tras recetarle ansiolíticos y psicotrópicos.
La medicina convencional sólo se ocupa de hacer desaparecer los síntomas, salvo en lo que a cirugía se refiere, los antibióticos y algunas pocas cosas más, como los modernos medios de diagnóstico, da la impresión de curar pero no cura. Simplemente elimina la manifestación del problema en el cuerpo físico pero éste, tarde o temprano, resurge.
Las llamadas medicinas alternativas o no agresivas, son una mejor opción porque tratan al paciente de forma holística y lo ayudan a sanar... pero tampoco curan. Cualquiera de las llamadas medicinas alternativas constituyen una buena ayuda pero son sólo eso: complementos. Porque el verdadero médico es uno mismo. Y cuando uno es consciente de su soberanía sobre la salud deja de necesitar terapeutas. El enfermo es el único que puede curarse. Nadie puede hacerlo en su lugar. La autosanación es la única medicina que cura. La cuestión es que el sistema trabaja para que olvidemos nuestra condición de seres soberanos y nos convirtamos en seres sumisos y dependientes.
Las autoridades políticas, médicas, mediáticas y económicas lo permiten y los gobiernos no acaban con este sistema de enfermedad, costosísimo porque quizás no saben que todo esto está pasando... pero es difícil de aceptar porque la información está a su alcance desde hace muchos años y en los últimos veinte años son ya varias las publicaciones que han denunciado la corrupción del sistema y la conspiración existente. También podría ser que no pueden acabar con ello... pero también resulta difícil de creer porque los gobiernos tienen el suficiente poder. Por otro lado también se podría pensar que no quieren acabar con el sistema. *
La mafia médica A diferentes escalas y con distintas implicaciones, la industria farmacéutica, las autoridades políticas, los grandes laboratorios, los hospitales, las empresas de medicina privada, las agencias reguladoras de los medicamentos, los colegios de médicos, los propios médicos, la Organización Mundial de la Salud (OMS) forman parte del perverso sistema de salud que nos envuelve.
La OMS es la organización que establece, en nombre de la salud, la "política de enfermedad" en todos los países. Todo el mundo tiene que obedecer ciegamente las directrices de la Organización Mundial de la Salud. No hay escapatoria. De hecho, desde 1977, con la Declaración de Alma ATA, nadie puede escapar de su control.
Esta declaración dio a la OMS los medios para establecer los criterios y normas internacionales de práctica médica. Se desposeyó así a los países de su soberanía en materia de salud para transferirla a un gobierno mundial no elegido cuyo "ministerio de salud" es la OMS. Desde entonces "derecho a la salud" significa "derecho a la medicación". Así es como se han impuesto las vacunas y los medicamentos a toda la población del planeta.
¿Quién podría dudar de las buenas intenciones de la Organización Mundial de la Salud?
Sin embargo, hay que preguntarse quién controla a su vez esa organización a través de la ONU: el poder económico.
Sin embargo, hay que preguntarse quién controla a su vez esa organización a través de la ONU: el poder económico.
Las organizaciones humanitarias también dependen de la ONU, es decir, del dinero de las subvenciones. Y, por tanto, sus actividades están igualmente controladas. Organizaciones como Médicos sin fronteras creen que sirven altruistamente a la gente pero en realidad sirven al mismo sistema.
Hoy día a los investigadores se les "orienta". Los disidentes son encarcelados, maniatados y reducidos al silencio. A los terapeutas "alternativos" se les tilda de locos, se les retira la licencia o se les encarcela también. Los productos alternativos rentables han caído igualmente en manos de las multinacionales gracias a las normativas de la OMS y a las patentes de la Organización Mundial del Comercio. Las autoridades y sus medios de comunicación social se ocupan de alimentar entre la población el miedo a la enfermedad, a la vejez y a la muerte. De hecho, la obsesión por vivir más o, simplemente, por sobrevivir ha hecho prosperar incluso el tráfico internacional de órganos, sangre y embriones humanos. Y en muchas clínicas de fertilización en realidad se "fabrican" multitud de embriones que luego se almacenan para ser utilizados en cosmética, en tratamientos rejuvenecedores, etc. Eso sin contar con que se irradian los alimentos, se modifican los genes, el agua está contaminada, el aire envenenado...
Es más, los niños reciben absurdamente hasta 35 vacunas antes de ir a la escuela. Y así, cada miembro de la familia tiene ya su pastillita: el padre, el Viagra; la madre, el Prozac; el niño, el Ritalin.
Y todo esto, ¿para qué? Porque el resultado es conocido: los costes sanitarios suben y suben pero la gente sigue enfermando y muriendo igual.
Las autoridades mienten Las autoridades mienten cuando dicen que las vacunas nos protegen, mienten cuando dicen que el sida es contagioso y mienten cuando dicen que el cáncer es un misterio.
Con respecto a las vacunas, la única inmunidad auténtica es la natural y ésa la desarrolla el 90% de la población antes de los 15 años. Es más, las vacunas artificiales suprimen por completo el desarrollo de las primeras defensas del organismo y pueden presentar riesgos evidentes; a pesar de lo cual se oculta. Por ejemplo, una vacuna puede provocar la misma enfermedad para la que se pone. ¿Por qué no se advierte? También se oculta que la persona vacunada puede transmitir la enfermedad aunque no esté enferma. Asimismo, no se dice que la vacuna puede sensibilizar a la persona frente a la enfermedad. Aunque lo más grave es que se oculte la inutilidad constatada de ciertas vacunas como las de enfermedades como la tuberculosis y el tétanos (vacunas que no confieren ninguna inmunidad), la rubéola (de la que el 90% de las mujeres están protegidas de modo natural), la difteria (que durante las mayores epidemias sólo alcanzaba al 7% de los niños a pesar de lo cual hoy se vacuna a todos), la gripe y la hepatitis B (cuyos virus se hacen rápidamente resistentes a los anticuerpos de las vacunas).
Las innumerables complicaciones que causan algunas vacunas están suficientemente documentadas; por ejemplo, la muerte súbita del lactante. Por eso hay ya numerosas protestas de especialistas en la materia y son miles las demandas judiciales que se han interpuesto contra los fabricantes. Por otra parte, cuando se examinan las consecuencias de los programas de vacunaciones masivas se extraen conclusiones esclarecedoras: en primer lugar las vacunas son caras y le suponen a los Estados un gasto de miles de millones de dólares al año. Por tanto, el único beneficio evidente y seguro de las vacunas... es el que obtiene la industria. Además, la vacunación estimula el sistema inmune pero, repetida la vacunación, el sistema se agota.
La vacunación incita a la dependencia médica y refuerza la creencia de que nuestro sistema inmune es ineficaz. Aunque lo más horrible es que la vacunación facilita los genocidios selectivos pues permite liquidar a personas de cierta raza, de cierto grupo, de cierta región... Sirve como experimentación para probar nuevos productos sobre un amplio muestrario de la población y es un arma biológica potentísima al servicio de la guerra biológica porque permite intervenir en el patrimonio genético hereditario de quien se quiera.
La teoría de que el único causante del Sida es el VIH o Virus de la Inmunodeficiencia Adquirida es falsa. Ésa es la gran mentira. La verdad es que tener el VIH no implica necesariamente desarrollar sida. Porque el sida no es sino una etiqueta que se "coloca" a un estado de salud al que dan lugar numerosas patologías cuando el sistema inmune está bajo. Por lo tanto tener sida no equivale a una muerte segura. Las autoridades nos imponen a la fuerza la idea de que el sida es una enfermedad causada por un solo virus a pesar de que el propio Luc Montagnier, del Instituto Pasteur, co-descubridor oficial del VIH en 1983, reconoció ya en 1990 que el VIH no es suficiente por sí solo para causar el sida. Otra evidencia es el hecho de que hay numerosos casos de sida sin virus VIH y numerosos casos de virus VIH sin sida. Por otro lado, aún no se ha conseguido demostrar que el virus VIH cause el sida, lo cual es una regla científica elemental para establecer una relación causa-efecto entre dos factores. Lo que sí se sabe, sin embargo, es que el VIH es un retrovirus inofensivo que sólo se activa cuando el sistema inmune está debilitado.
Investigaciones de eminentes médicos indican que el VIH fue creado mientras se hacían ensayos de vacunación contra la hepatitis B en grupos de homosexuales. Y todo indica que el continente africano fue contaminado del mismo modo durante campañas de vacunación contra la viruela. Claro que otros investigadores van más lejos aún y afirman que el virus del sida fue cultivado como arma biológica y después deliberadamente propagado mediante la vacunación de grupos de población que se querían exterminar.
Ya en el congreso sobre sida celebrado en Copenhague en mayo de 1992 los "supervivientes del sida" afirmaron que la solución entonces propuesta por la medicina científica para combatir el VIH, el AZT, era absolutamente ineficaz. Hoy eso está fuera de toda duda. Pues se puede sobrevivir al sida... pero no al AZT. Este medicamento es más mortal que el sida. El simple sentido común permite entender que no es con fármacos inmunodepresores como se refuerza el sistema inmunitario. Mire, el sida se ha convertido en otro gran negocio. Por tanto, se promociona ampliamente combatirlo porque ello da mucho dinero a la industria farmacéutica.
El llamado cáncer, es decir, la masiva proliferación anómala de células, es algo tan habitual que todos lo padecemos varias veces a lo largo de nuestra vida. Sólo que cuando eso sucede el sistema inmunitario actúa y destruye las células cancerígenas. El problema surge cuando nuestro sistema inmunitario está débil y no puede eliminarlas. Entonces el conjunto de células cancerosas acaba creciendo y formando un tumor. Cuando se descubre un tumor se le ofrece de inmediato al paciente, que elija entre tres: amputarlo (cirugía), quemarlo (radioterapia) o envenenarlo (quimioterapia). Ocultándosele que hay remedios alternativos eficaces, inocuos y baratos.
Y después de cuatro décadas de "lucha intensiva" contra el cáncer, la situación en los propios países industrializados nos indica que la tasa de mortalidad por cáncer ha aumentado. Ese simple hecho pone en evidencia el fracaso de su prevención y de su tratamiento. Se han despilfarrado miles de millones y tanto el número de enfermos como de muertos sigue creciendo.
Hoy sabemos a quién beneficia esta situación. A quién la ha creado y quién la sostiene. En el caso de la guerra todos sabemos que ésta beneficia sobre todo a los fabricantes y traficantes de armas. Bueno, pues en medicina quienes se benefician son los fabricantes y traficantes del "armamento contra el cáncer"; es decir, quienes están detrás de la quimioterapia, la radioterapia, la cirugía y toda la industria hospitalaria.
La mafia, una necesidad evolutiva Si un pez cómodamente instalado en su pecera tiene agua y comida todo está bien pero si le empieza a faltar el alimento y el nivel del agua desciende peligrosamente el pez decidirá saltar fuera de la pecera buscando una forma de salvarse. La mafia médica nos puede empujar a dar ese salto individualmente. Eso sí, habrá mucha gente que preferirá morir a saltar. Para dar ese salto es preciso un nivel de conciencia determinado. La información que antes se ocultaba ahora es pública: que la medicina mata personas, que los medicamentos nos envenenan, etc. Además, el médico alemán Ryke Geerd Hamer ha demostrado que todas las enfermedades son psicosomáticas y las medicinas no agresivas ganan popularidad.
Probablemente en poco tiempo todo el mundo se dará cuenta ya de que cuando va al médico va a un especialista de la enfermedad y no a un especialista de la salud. Dejar a un lado la llamada "medicina científica" y la seguridad que propone para ir a un terapeuta es ya un paso importante. También lo es perder la obediencia ciega al médico. El gran paso es decir no a la autoridad exterior y decir sí a nuestra autoridad interior. Tenemos miedo a no acudir al médico. Pero es el miedo, por sí mismo, quien nos puede enfermar y matar. Nos morimos de miedo. Esa es la realidad.
Los medios de comunicación pueden contribuir a la elevación de la conciencia en esta materia informando sin intentar convencer. Decir lo que saben y dejar a la gente hacer lo que quiera con la información. Porque intentar convencerlas sería imponer otra verdad y de nuevo estaríamos en otra guerra. Se necesita sólo dar referencias. Basta decir las cosas. Luego, la gente las escuchará si resuenan en ellos. Y si su miedo es mayor que su amor por sí mismos dirán: "Eso es imposible". En cambio, si tienen abierto el corazón escucharán y se cuestionarán sus convicciones. Es entonces, en ese momento, cuando quieran más, cuando se les puede dar más información.*
La mafia farmacéutica. Peor el remedio que la enfermedad El mercado farmacéutico mueve unos 200.000 millones de dólares al año. Un monto superior a las ganancias que brindan la venta de armas o las telecomunicaciones. Por cada dólar invertido en la fabricación de un medicamento se obtienen mil en el mercado. Y las multinacionales farmacéuticas saben que se mueven en un terreno de juego seguro: si alguien necesita una medicina, no va a escatimar dinero para comprarla. Este mercado, además, es uno de los más monopolizados del planeta, ya que sólo 25 corporaciones copan el 50 por ciento del total de ventas. De ellas, las seis principales compañías del sector –Bayer, Novartis, Merck, Pfizer, Roche y Glaxo- suman anualmente miles de millones de dólares de ganancias. Hay que destacar , además, que todos los grandes grupos farmacéuticos son también potencias de las industrias química, biotecnológica o agroquímica.
Merck, uno de los gigantes farmacéuticos que se vio obligado a retirar del mercado a una de sus estrellas, el anti inflamatorio Vioxx (rofexocib), cuya venta le reportaba 2.500 millones de dólares al año. Debida a los riesgos cardiovasculares que producía.
Hipocráticos hipócritas Hace tiempo que es vox pópuli el hecho de que los laboratorios acosan a los médicos para que éstos receten con exclusividad sus productos. Un acoso nada incómodo para los profesionales de la salud, ya que por aceptarlo se llevan no pocos beneficios. Lamentablemente hoy en día son una gran mayoría los médicos que de buen grado se dejan caer en las redes de este soborno. Incluso puede observarse, cuando alguien va a atenderse a un consultorio, de qué manera los doctores dejan de lado por varios minutos la atención a sus pacientes para dar preferencia a la recepción, en medio de los turnos, de trajeados visitadores médicos llevando en las valijas no sólo sus promociones, sino también los regalitos de rigor. Una acusación apuntó, con nombres y apellidos, nada menos que a 4.400 médicos de toda Italia y a 273 dirigentes y empleados del grupo británico Glaxo Smith Kline (GSK), uno de los líderes mundiales del sector, cuya sede italiana se encuentra en Verona. Las investigaciones se llevaron a cabo en el período 1999-2002, y las acusaciones van desde soborno y corrupción hasta asociación delictiva en el caso de algunos dirigentes de Glaxo en Italia.
Los métodos de captación de los profesionales utilizados por Glaxo incluían viajes a lugares paradisíacos, relojes de oro, computadoras personales y dinero en efectivo. En algunas conversaciones telefónicas interceptadas por los investigadores en 2003, algunos vendedores de Glaxo se jactaban del aumento en las ventas logrado gracias a los sobornos.
Una buena muestra de que la codicia de la industria farmacéutica ha convertido la enfermedad en un negocio. En el caso antes apuntado, contando con la complicidad de médicos que ningún favor le hacen a su otrora noble profesión, manchando el juramento de Hipócrates y convirtiéndolo en un código de hipócritas.
Bayer, mucho más que una aspirina
Seguramente el grupo farmacéutico más poderoso es Bayer . Una empresa presente en todos los países del mundo que opera en la misma sintonía de colegas suyos como Monsanto y Dow Chemical, multinacionales químicas que también abarcan el rubro farmacéutico. La historia de la compañía alemana Bayer, con su sede central en la ciudad de Leverküsen, se remonta al siglo XIX, cuando nació como IG Farben, y está colmada de hechos aberrantes, pero claro, “de eso no se habla”, y teniendo como toda multinacional con trapos sucios quien se los lave y contando además con 400 parlamentarios en su país, tanto regionales como nacionales, que antes pasaron por las filas de la empresa y continúan brindándole fidelidad. Esta multinacional, que también se identifica con agentes de guerra química, con innumerables insecticidas y venenos caseros, ha trabajado en muchas oportunidades estrechamente con dictadores y criminales de guerra.
Al final del siglo XX y tras una investigación de nueve meses, Bayer fue hallada responsable de la muerte de 24 niños en la remota aldea andina de Taucamarca, en Perú, al ingerir en su desayuno alimentos envenenados con el pesticida metil-paratión, en tanto otros 18 sufrieron daños en su salud y en el desarrollo a largo plazo. El pesticida, un organofosforado que era comercializado por la compañía con el nombre de Folidol, era vendido a pequeños agricultores en toda la zona andina peruana, la mayoría de ellos analfabetos y que solamente hablan en idioma quechua. Bayer empaquetaba ese pesticida –un polvo blanco semejante a la leche en polvo y sin olor a químicos- en pequeñas bolsas plásticas, etiquetadas en español y con el dibujo de un vegetal, en tanto las etiquetas no ofrecían ninguna información de seguridad, ni siquiera en pictogramas, que pudieran ser interpretadas por los habitantes de las aldeas. Un informe del Congreso peruano concluyó en que Bayer debería compensar a las familias afectadas, y éstas iniciaron en octubre de 2001 una acción judicial contra la empresa y su subsidiaria Bayer-Perú, alegando que debieron tomar medidas para prevenir el mal uso de un producto extremadamente tóxico dada la preeminencia de idiomas indígenas en el interior de Perú. Sin embargo, dos días después de iniciada la acción legal el juez de la Corte Superior de Lima desestimó la demanda por “cuestiones de procedimiento” y concluyó sumariamente, e ilegalmente, que los demandantes “no habían planteado de manera adecuada el caso sustancial”. Otra muestra del poder de una multinacional, en este caso quizás presionando o comprando a un juez. El caso es que las familias apelaron esa sentencia ilegal y, por lo que se supo hasta ahora, aguardaban la fijación de una nueva audiencia, mientras acusan además al ministerio de Agricultura peruano de no hacer aplicar las normas sobre pesticidas, dado que en ese país es común la venta sin control de pesticidas de “uso restringido”, como el que causó la muerte de esos 24 niños.
El gran negocio
La globalización ha permitido que se desarrolle una nueva forma de poder, la farmacocracia, capaz de decidir qué enfermedades y qué enfermos merecen cura. Es así como el 90 por ciento del presupuesto dedicado por la industria farmacéutica para la investigación y el desarrollo de nuevos medicamentos está destinado a enfermedades que padece sólo el 10 por ciento de la población mundial. Un tercio de ésta carece de cuidados médicos adecuados. La codicia de las multinacionales del sector, los aranceles, las trabas burocráticas y la corrupción de los propios gobiernos de los países empobrecidos hacen posible que más de 2.000 millones de personas se vean privadas de su derecho a la salud.
Según la OMS, millones de personas en Africa, Asia y América Latina sufren las llamadas “enfermedades olvidadas”, como el dengue hemorrágico, la filiasis linfática, la oncocercosis, la enfermedad del sueño o el mal de Chagas, que afectan a 750 millones de personas y acaban con la vida de medio millón cada año. Enfermedades causadas generalmente por parásitos, transmitidas por medio de agua insalubre o por picaduras de insectos; pandemias que caen en el olvido porque sólo afectan a las comunidades más pobres; y víctimas que no cuentan con el dinero suficiente para acceder a un tratamiento o una medicación adecuada.
El caso del SIDA es un ejemplo claro de la diferencia que se da a unas enfermedades o a otras, según el nivel adquisitivo de quienes las padecen. En sus comienzos fue una enfermedad mortal de la que pocos habían oído hablar, pero cuando pasó a afectar a personas de los países desarrollados con capacidad para hacerse escuchar, asociarse y reclamar su derecho a la salud, las multinacionales farmacéuticas desarrollaron medicamentos que convierten al SIDA en una enfermedad crónica y no mortal. Aún así, más de cinco millones de personas mueren cada año por el HIV y la mayoría de los enfermos –nueve de cada diez infectados viven en países empobrecidos- no pueden pagarse los tratamientos adecuados.
La vacuna contra el SIDA bien podría llevar años encerrada bajo llave en la caja fuerte de alguna multinacional farmacéutica. Para ninguna de ellas sería rentable comercializarla, sobre todo teniendo en cuenta que las personas más expuestas a esta enfermedad no podrían pagarla y que los enfermos de los países desarrollados ya pagan importantes sumas de dinero para su tratamiento. Este es uno de los abundantes capítulos que pueblan el particular código de “ética” de los grandes grupos químico-farmacéuticos.
Entrevista:
Laura Jimeno Muñoz
Adaptación: Marcelo Quiroga Carlos Machado.
Adaptación: Marcelo Quiroga Carlos Machado.